"La corrupción originaria de
lo político, que denominaremos el fetichismo del poder, en que el actor
político (los miembros de la comunidad política, sea ciudadano o
representante) cree poder afirmar a su propia subjetividad o a la
institución en la que cumple alguna función (de allí que pueda
denominarse "funcionario") -sea presidente, diputado, juez,
gobernador, militar, policía como la sede o la fuente del poder
político. La corrupción es doble: del
gobernante que se cree sede soberano del poder y de la comunidad
política que se lo permite, que lo consiente, que se torna servil, en
vez de ser actora de la construcción de lo político (acciones,
instituciones, principios). El representante corrompido puede usar un
poder fetichizado por el placer de ejercer su voluntad, como vanagloria
ostentosa, como prepotencia despótica, como sadismo ante sus enemigos, como apropiación indebida de bienes y riquezas. No importa cuales aparentes beneficios se le otorguen al gobernante
corrompido, lo peor no son los bienes mal habidos, sino el desvío de su
atención como representante: de servidor o del ejercicio
obediencial del poder a favor de la comunidad se ha transformado en su
esquilmador, su "chupasangre", su parásito, su debilitamiento, y hasta
su extinción como comunidad política. Toda lucha por sus propios
intereses, de un individuo (el dictador), de una clase (como la
burguesa), de una elite (como los criollos, los burócratas), de una
"tribu" (herederos de antiguos compromisos políticos), son corrupción
política."
#EnriqueDussel
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