jueves, 25 de febrero de 2016

De la corrupción de lo político



"La corrupción originaria de lo político, que denominaremos el fetichismo del poder, en que el actor político (los miembros de la comunidad política, sea ciudadano o representante) cree poder afirmar a su propia subjetividad o a la institución en la que cumple alguna función (de allí que pueda denominarse "funcionario") -sea presidente, diputado, juez, gobernador, militar, policía como la sede o la fuente del poder político. La corrupción es doble: del gobernante que se cree sede soberano del poder y de la comunidad política que se lo permite, que lo consiente, que se torna servil, en vez de ser actora de la construcción de lo político (acciones, instituciones, principios). El representante corrompido puede usar un poder fetichizado por el placer de ejercer su voluntad, como vanagloria ostentosa, como prepotencia despótica, como sadismo ante sus enemigos, como apropiación indebida de bienes y riquezas. No importa cuales aparentes beneficios se le otorguen al gobernante corrompido, lo peor no son los bienes mal habidos, sino el desvío de su atención como representante: de servidor o del ejercicio obediencial del poder a favor de la comunidad se ha transformado en su esquilmador, su "chupasangre", su parásito, su debilitamiento, y hasta su extinción como comunidad política. Toda lucha por sus propios intereses, de un individuo (el dictador), de una clase (como la burguesa), de una elite (como los criollos, los burócratas), de una "tribu" (herederos de antiguos compromisos políticos), son corrupción política."

#EnriqueDussel
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